¿Por qué no alabar el nombre de nuestro Dios por todas las alturas, al Dios de nuestras salvación, a aquel que nos da alegría y nos viste con su poder y autoridad? Alabemos a Él, exaltemos Su Santo Nombre en todos los lugares.
Anunciemos Su nombre con trompeta, danza, cantemos solo a Él, porque Sus obras poderosas nos han sostenido, Sus manos poderosas son las que cada día nos ayudan y nos encaminan por la senda victoriosa. Demos gracias a Dios porque Él nos mira desde los cielos y nos alienta con su magnífico poder.
Él es digno de ser alabado para siempre, Él merece toda honra de Su Creación, Él merece que nos arrodillemos delante de Él, con alabanzas del corazón, con cánticos nuevos, porque Su poder nos da esperanza y nos lleva cada día de las manos.
Él es nuestro castillo fuerte, salvador, escudo a nuestro frente es Él, si no fuera por Él, qué sería de nosotros, pues no tenemos con qué pagar lo bueno y maravilloso que Dios ha sido con todos nosotros. Adoremos al Dios de nuestra esperanza. Cantemos a Él con regocijo.
En el Salmo 71 encontramos una oración de un hombre avanzado de edad donde se reconoce una vez más que sin Dios nada podemos hacer:
Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza,
Seguridad mía desde mi juventud.
Salmos 71:5
El escritor expresa que durante toda su vida, Dios fue su todo. Él fue su ayuda y sustento, por eso alababa a Dios y le reconocía en frente de todas las naciones.
¿Podemos decir lo mismo que el versículo que acabamos de leer? Claro. Dios ha sido y seguirá siendo nuestra esperanza, pues no lo dudemos, sigamos fieles y firmes delante de Dios, dándole alabanzas y cantando de Su gran poder.