A alabar a Dios con instrumentos de música

La alegría llega a nuestros corazones cuando alabamos a Dios con todo el corazón, aún cuando dejamos nuestros problemas en las manos de Dios.

Alabad a Dios en su santuario;
Alabadle en la magnificencia de su firmamento.

Salmos 150:1

Cuando entremos en la casa del Señor debemos hacerlo con gozo y regocijo, y glorificarle a Él por que Él es grande y maravilloso. Postrarnos ante Él con alabanzas.

Alabadle por sus proezas;
Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza.

Salmos 150:2

La grandeza del Señor es grande y maravillosa y debemos alabarle por estas cosas creadas por Él, porque sin Él nada se hace posible. Por que Él es Dios grande y fuerte. Creó los cielos y la tierra, y todo lo que mora en ella.

Alabadle a son de bocina;
Alabadle con salterio y arpa.

Salmos 150:3

La Biblia nos insta a alabar a Dios con todo lo que tenemos, a son de bocina, salterio, y arpa. Podemos recordar que el salmista david tocaba su arpa, pero algo que tenía el salmista era que Él no tocaba ese instrumento solo por tocar, sino que lo hacía con el corazón, no vanagloriarse, sino para glorificar al Señor.

Alabadle con pandero y danza;
Alabadle con cuerdas y flautas.

Salmos 150:4

Nosotros debemos saber que con nuestros hechos también podemos alabar a nuestro Dios y ¿por qué debemos usar el pandero? Porque el pandero produce un sonido maravilloso. Mediante la danza con ella glorificamos a Dios con nuestros movimientos y esto pasa por que el gozo del Señor hace que nosotros dancemos para Él.

Si escuchamos el sonido de la flauta, nos daremos cuenta de los especial que es, porque su sonido es dulce y delicado y nos conduce alabar a Dios. Las cuerdas son otra forma de manifestar la gracia de Dios y el gozo para con cada uno de nosotros.

Alabadle con címbalos resonantes;
Alabadle con címbalos de júbilo.

Salmos 150:5

Pues no solo nos quedamos aquí, sino que nos impresiona ver esta palabras del salmista David. Son palabras alentadoras exhortándonos a alabar a Dios, con címbalos resonantes, con címbalos de jubilo.

El salmista finaliza exhortando a todo ser viviente a albar a Dios:

Todo lo que respira alabe a JAH.
Aleluya.

Salmos 150:6

Al escribir este versículo el salmista entendía que toda cosa creada que respira sobre la faz de la tierra debe alabar a Dios. Nos incluye a nosotros que somos su creación, todo lo que está vivo en la tierra, debajo de la tierra, en el mar y en los confines y en lo profundo, en los cielos. Todo lo que respire tiene que adorarle solo a Él, al Gran Yo Soy, al Creador de todas las cosas:

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
Por sus atrios con alabanza;
Alabadle, bendecid su nombre.

Salmos 100:4

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