Hemos escrito muchos artículos sobre la alabanza, pero les aseguro que no lo suficiente, puesto que alabaremos y adoraremos a Dios por toda una eternidad. Así que, debemos estar bien afinados con este tema porque alabaremos por la eternidad. No predicaremos por la eternidad, no tendremos dones por la eternidad, lo único que sí seguiremos haciendo siempre es alabar el nombre del Señor.
El Salmo 67 nos habla de alabar a Dios, pero, lo importante que veremos aquí es que el salmista que lo escribió, a pesar de ser del pueblo de Israel y viviendo en un tiempo en el que la gracia aún no se había extendido a todas las naciones por la promesa hecha a Abraham, al parecer el salmista está pidiendo salvación para las demás naciones y todo por la gloria de Dios. Veamos:
1 Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros;
2 Para que sea conocido en la tierra tu camino, En todas las naciones tu salvación.
3 Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben.
4 Alégrense y gócense las naciones, Porque juzgarás los pueblos con equidad, Y pastorearás las naciones en la tierra. Selah
5 Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben.
Salmo 67:1-5
El salmista comienza entendiendo la necesidad de Dios, pero luego continúa pidiendo a Dios que su camino se conozca en toda la tierra, no solo en Israel, sino en el medio oriente y más allá del medio oriente, en toda nación donde existan personas. Esta no es una oración egoísta, es una oración para que la gloria y la misericordia de Dios llenen toda la tierra.
Y esto sí que ocurrió luego de la muerte y resurrección de Cristo. Ya solamente no hay salvación para los judíos, sino que todo aquel, sin importar su lengua o nación, si cree en Jesús será salvo.
Oh Señor, Te alaben todos los pueblos, que todas las naciones vean la hermosura que se encuentra en Ti, el poder, la misericordia. Que vengan a Ti y Te alaben, porque Tú eres el único Dios verdadero.